· Entrevista ·
Rusia y España: un puente histórico
José Varela Ortega es Doctor en Filosofía por la Universidad de Oxford y en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. Escritor y catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos; es nieto del filósofo José Ortega y Gasset. Preside la Fundación de Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, patrocinada por el Rey Don Juan Carlos I, que promueve la difusión cultural, la formación y la investigación en el ámbito de las Ciencias Sociales y las Humanidades. Edita un periódico El Imparcial.
Me desplazo a una mansión de finales del siglo XIX, atravieso el jardín verde, decorado con una fuente redonda y entro en un luminoso vestíbulo de la Fundación. A lo largo de la entrevista el señor Varela Ortega nos cuenta algunos recuerdos de su célebre abuelo, habla de la visión europea sobre Rusia y comenta los recientes acontecimientos en Ucrania.
Señor Varela, ¿cuál es el recuerdo más destacado de su infancia?
Desde niño vivía rodeado de libros. Tenía como ocho años, y recuerdo que veía que mi abuelo trabajaba dentro de casa, y aquello me parecía extraño. Yo le preguntaba a mi abuela: “¿Cómo vivís? ¿De dónde el abuelo saca dinero?”, y ella me respondía: “Tu abuelo vive de sus libros”. Claro, ella lo decía en el sentido de los derechos de autor, pero yo interpretaba que era por los libros que forraban la casa. Quizá de ahí le viene a uno un cierto sentido reverencial del libro. Pero no los de ahora, electrónicos, sino el libro de tapas duras, un libro que uno puede manosear, acariciar, pasar las páginas. Quizá me venga esta fascinación de la infancia.
Usted estudió en Oxford. ¿Cómo es aquel ambiente?
Allí había un espíritu muy socrático: de ingenuidad intelectual, de preguntarse cosas, de interés y de despertar la curiosidad, el afán por la investigación, de admitir y promover cualquier pregunta. Es un sitio de discusión, de debate, de aprender, de una forma menos formal que la enseñanza latina, más informal pero mucho más directa e intrigante. St. Antony's College donde yo estudiaba tenía un departamento ruso tan potente, que las malas lenguas decían que estaba relacionado con los espías británicos.
¿Cómo surgen las ideas de sus libros?
Por cuestiones que uno se plantea, que le asombran, que no se ha terminado de resolver. Son preguntas que se hacen a uno mismo, cosas que parecen curiosas y difíciles, que uno va procesando y digiriendo intelectualmente con mucho tiempo.
En los tiempos actuales, ¿cuáles son las características fundamentales que debe tener un periodista?
Es verdad que ahora hay tanta cantidad de fuentes, que entre el internet y la televisión la gente ya la información la conoce de antemano. Pero lo que puede añadir un periodista es la discriminación de esta noticia, elegir y subrayar lo que verdaderamente es importante. Y, respetando la diferencia entre información y opinión, interpretar esta información. Luego, también en la prensa libre el periodismo de investigación tiene una función democrática muy importante: descubrir y denunciar cosas que los gobiernos y el poder, -político o económico,- procura ocultar. Eso es lo que creo que pueda hacer un periodista con mucho provecho para un mundo libre.
Desde su punto de vista, ¿en la sociedad española qué imagen predomina de los rusos?
Ahora estoy escribiendo un libro precisamente sobre estereotipos. El estereotipo es una economía de la inteligencia y del conocimiento, es decir de algo de lo cual uno sabe muy poco, se agarra a grandes generalizaciones que no responden muchas veces a la realidad. Rusia es un país muy inmenso, con etnias, lugares y ciudades muy distintos, con climas diversos. En mi opinión, generalizar es un abuso. Otro problema es que Rusia, en el mundo occidental, tiene un estereotipo de algo atractivo y, al mismo tiempo, de temor. Pero son generalizaciones que tendría mucho cuidado de manejar. El ruso, probablemente no existe, hay muchos rusos muy diversos: el ruso desde la caída del Muro y desde Gorbachov al presente ha cambiado mucho. Tiene el problema de adecuarse a una democracia liberal, con separación de poderes, con respeto a las leyes, a las minorías, a la prensa libre y a la crítica. Por otra parte, es evidente que Rusia vuelve a ser una gran potencia económica. Una cosa que sí hizo en alguna medida el mundo soviético, porque tenía el factor de tiempo, y además masificaba las cosas, es dejar una población de un alto nivel cultural y técnico: la gente está muy preparada. El temor a Rusia como al gran gigante viene desde el siglo XIX, desde la guerra de Crimea probablemente. Uno de los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial es el temor que tenían los generales alemanes de verse invadidos y sofocados por ese gigante cada vez más próspero. Por algo se le ocurrió escribir a Tocqueville, antes de la mitad del siglo XIX, que los países de futuro iban a ser Estados Unidos y Rusia.
¿Podría decir que la transición española es equiparable con la de Rusia de los años noventa?
Eso me preguntaron estando yo en la Universidad de Kobe, en Japón, porque allí coincidí con la caída del muro y el proceso de apertura de Rusia. Evidentemente, tienen puntos en común, pero creo que son procesos muy distintos. Franco era un hombre mucho más reaccionario y tradicional que revolucionario. No quería movilizar masas sino, más bien destruir una movilización y volver a un orden tradicional. Entonces mantuvo lo que era un orden jurídico tradicional. Cuando se produjo lo de Rusia, en un coloquio en la Embajada americana, pregunté algo que a mí me parece crucial y es lo que diferencia a los procesos occidentales de los procesos de Europa del este: si se podía comprar una casa, tierra, finca o un bien e hipotecarlo, y me dijeron que no (entre otras razones, porque no había registros y notarías independientes). En España, por el contrario, siempre se mantuvo la propiedad privada, las instituciones jurídicas básicas; y eso me parece fundamental. Franco no hizo un régimen totalitario (excepto los años de la Guerra Civil e inmediata posguerra). Eso no quiere decir que no fuera cruel, -creó un régimen altamente represivo,- pero éste no intervino en todos los aspectos de la vida y dejó un área privada que fue creciendo a lo largo de los años e independizándose cada vez más. Por lo tanto, un mundo de economía privada es un mundo de centros de poder mucho más dispersos, menos controlables y menos totalitarios. Hay otra cosa que también define al franquismo, que es que la administración española era una administración del Estado, no del gobierno, no estaba politizada y, al menos desde los años cincuenta, era una administración por oposiciones. La gente se sentía servidora del estado pero no de un gobierno. En 1975 la administración no era franquista, por eso se pudo hacer la transición. Cuando Franco murió España ya era un país con una economía privada muy desarrollada e independiente, con una sociedad muy diversificada. La esperanza de una mayoría abrumadora de gente era ir hacia la integración con Europa, pues se sentían europeos en este sentido. Rusia es muy distinta, para empezar, por ser un país inmenso.
¿Cree que desde la época soviética hasta ahora ha cambiado la imagen de Rusia?
Rusia sigue siendo algo lejano para los europeos. Debería haber mucho más especialistas en temas rusos porque es un país fundamental. Quizá lo que sí es paralelo entre el franquismo y el mundo ruso después de la Revolución 1917, es la cerrazón, el mirar hacia dentro en vez de estar en el mundo internacional. Si vemos las estadísticas, Rusia hacia 1914 es el país del mundo que más crece económicamente. Era algo fabuloso: un imperio de tales dimensiones con una economía pujante. La Rusia estatizada -estalinizada-, es una Rusia económicamente decadente, lenta y poco eficiente. Es una Rusia orientada al poder, no al bienestar de la gente, a la gran industria, no al consumo, se consolida a costa de la población rusa. Eso retardó enormemente lo que había sido el despegue ruso entre 1880 y 1914 que fue espectacular en todos los órdenes: Rusia se convirtió en uno de los centros del mundo. Desde el siglo XVIII y hasta la Primera Guerra mundial era un país de una ascensión económica, científica y artística espectacular. La Revolución lo congela. Creo que Hayek, economista y pensador austríaco liberal, tiene razón, porque la Unión Soviética se basaba en una soberbia intelectual que es creer que uno puede planificar todo tipo de decisiones y, en cambio la economía libre es aquella en que cada uno sabe un poco de algo y lo desarrolla. Y es capaz de desarrollarlo porque hay margen de libertad dentro de la legalidad y la seguridad jurídica que hace posible la iniciativa; mientras que el sistema comunista es un sistema económico muy ineficiente. Por otra parte, era un mundo muy seguro, la gente de forma muy modesta tenía cubiertas todas las necesidades, pero era un sitio sin iniciativa. Lo que es más interesante es ver países que son los mismos, con la misma cultura, pero que fueron divididos, como pasó en Alemania, por ejemplo. En la Alemania Oriental la ineficiencia económica era muy alta y en la Alemania Occidental fue al revés, y eran los mismos alemanes, la población era muy similar. Entonces, el problema es el sistema.
Señor Varela, ¿cuál es el recuerdo más destacado de su infancia?
Desde niño vivía rodeado de libros. Tenía como ocho años, y recuerdo que veía que mi abuelo trabajaba dentro de casa, y aquello me parecía extraño. Yo le preguntaba a mi abuela: “¿Cómo vivís? ¿De dónde el abuelo saca dinero?”, y ella me respondía: “Tu abuelo vive de sus libros”. Claro, ella lo decía en el sentido de los derechos de autor, pero yo interpretaba que era por los libros que forraban la casa. Quizá de ahí le viene a uno un cierto sentido reverencial del libro. Pero no los de ahora, electrónicos, sino el libro de tapas duras, un libro que uno puede manosear, acariciar, pasar las páginas. Quizá me venga esta fascinación de la infancia.
Usted estudió en Oxford. ¿Cómo es aquel ambiente?
Allí había un espíritu muy socrático: de ingenuidad intelectual, de preguntarse cosas, de interés y de despertar la curiosidad, el afán por la investigación, de admitir y promover cualquier pregunta. Es un sitio de discusión, de debate, de aprender, de una forma menos formal que la enseñanza latina, más informal pero mucho más directa e intrigante. St. Antony's College donde yo estudiaba tenía un departamento ruso tan potente, que las malas lenguas decían que estaba relacionado con los espías británicos.
¿Cómo surgen las ideas de sus libros?
Por cuestiones que uno se plantea, que le asombran, que no se ha terminado de resolver. Son preguntas que se hacen a uno mismo, cosas que parecen curiosas y difíciles, que uno va procesando y digiriendo intelectualmente con mucho tiempo.
En los tiempos actuales, ¿cuáles son las características fundamentales que debe tener un periodista?
Es verdad que ahora hay tanta cantidad de fuentes, que entre el internet y la televisión la gente ya la información la conoce de antemano. Pero lo que puede añadir un periodista es la discriminación de esta noticia, elegir y subrayar lo que verdaderamente es importante. Y, respetando la diferencia entre información y opinión, interpretar esta información. Luego, también en la prensa libre el periodismo de investigación tiene una función democrática muy importante: descubrir y denunciar cosas que los gobiernos y el poder, -político o económico,- procura ocultar. Eso es lo que creo que pueda hacer un periodista con mucho provecho para un mundo libre.
Desde su punto de vista, ¿en la sociedad española qué imagen predomina de los rusos?
Ahora estoy escribiendo un libro precisamente sobre estereotipos. El estereotipo es una economía de la inteligencia y del conocimiento, es decir de algo de lo cual uno sabe muy poco, se agarra a grandes generalizaciones que no responden muchas veces a la realidad. Rusia es un país muy inmenso, con etnias, lugares y ciudades muy distintos, con climas diversos. En mi opinión, generalizar es un abuso. Otro problema es que Rusia, en el mundo occidental, tiene un estereotipo de algo atractivo y, al mismo tiempo, de temor. Pero son generalizaciones que tendría mucho cuidado de manejar. El ruso, probablemente no existe, hay muchos rusos muy diversos: el ruso desde la caída del Muro y desde Gorbachov al presente ha cambiado mucho. Tiene el problema de adecuarse a una democracia liberal, con separación de poderes, con respeto a las leyes, a las minorías, a la prensa libre y a la crítica. Por otra parte, es evidente que Rusia vuelve a ser una gran potencia económica. Una cosa que sí hizo en alguna medida el mundo soviético, porque tenía el factor de tiempo, y además masificaba las cosas, es dejar una población de un alto nivel cultural y técnico: la gente está muy preparada. El temor a Rusia como al gran gigante viene desde el siglo XIX, desde la guerra de Crimea probablemente. Uno de los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial es el temor que tenían los generales alemanes de verse invadidos y sofocados por ese gigante cada vez más próspero. Por algo se le ocurrió escribir a Tocqueville, antes de la mitad del siglo XIX, que los países de futuro iban a ser Estados Unidos y Rusia.
¿Podría decir que la transición española es equiparable con la de Rusia de los años noventa?
Eso me preguntaron estando yo en la Universidad de Kobe, en Japón, porque allí coincidí con la caída del muro y el proceso de apertura de Rusia. Evidentemente, tienen puntos en común, pero creo que son procesos muy distintos. Franco era un hombre mucho más reaccionario y tradicional que revolucionario. No quería movilizar masas sino, más bien destruir una movilización y volver a un orden tradicional. Entonces mantuvo lo que era un orden jurídico tradicional. Cuando se produjo lo de Rusia, en un coloquio en la Embajada americana, pregunté algo que a mí me parece crucial y es lo que diferencia a los procesos occidentales de los procesos de Europa del este: si se podía comprar una casa, tierra, finca o un bien e hipotecarlo, y me dijeron que no (entre otras razones, porque no había registros y notarías independientes). En España, por el contrario, siempre se mantuvo la propiedad privada, las instituciones jurídicas básicas; y eso me parece fundamental. Franco no hizo un régimen totalitario (excepto los años de la Guerra Civil e inmediata posguerra). Eso no quiere decir que no fuera cruel, -creó un régimen altamente represivo,- pero éste no intervino en todos los aspectos de la vida y dejó un área privada que fue creciendo a lo largo de los años e independizándose cada vez más. Por lo tanto, un mundo de economía privada es un mundo de centros de poder mucho más dispersos, menos controlables y menos totalitarios. Hay otra cosa que también define al franquismo, que es que la administración española era una administración del Estado, no del gobierno, no estaba politizada y, al menos desde los años cincuenta, era una administración por oposiciones. La gente se sentía servidora del estado pero no de un gobierno. En 1975 la administración no era franquista, por eso se pudo hacer la transición. Cuando Franco murió España ya era un país con una economía privada muy desarrollada e independiente, con una sociedad muy diversificada. La esperanza de una mayoría abrumadora de gente era ir hacia la integración con Europa, pues se sentían europeos en este sentido. Rusia es muy distinta, para empezar, por ser un país inmenso.
¿Cree que desde la época soviética hasta ahora ha cambiado la imagen de Rusia?
Rusia sigue siendo algo lejano para los europeos. Debería haber mucho más especialistas en temas rusos porque es un país fundamental. Quizá lo que sí es paralelo entre el franquismo y el mundo ruso después de la Revolución 1917, es la cerrazón, el mirar hacia dentro en vez de estar en el mundo internacional. Si vemos las estadísticas, Rusia hacia 1914 es el país del mundo que más crece económicamente. Era algo fabuloso: un imperio de tales dimensiones con una economía pujante. La Rusia estatizada -estalinizada-, es una Rusia económicamente decadente, lenta y poco eficiente. Es una Rusia orientada al poder, no al bienestar de la gente, a la gran industria, no al consumo, se consolida a costa de la población rusa. Eso retardó enormemente lo que había sido el despegue ruso entre 1880 y 1914 que fue espectacular en todos los órdenes: Rusia se convirtió en uno de los centros del mundo. Desde el siglo XVIII y hasta la Primera Guerra mundial era un país de una ascensión económica, científica y artística espectacular. La Revolución lo congela. Creo que Hayek, economista y pensador austríaco liberal, tiene razón, porque la Unión Soviética se basaba en una soberbia intelectual que es creer que uno puede planificar todo tipo de decisiones y, en cambio la economía libre es aquella en que cada uno sabe un poco de algo y lo desarrolla. Y es capaz de desarrollarlo porque hay margen de libertad dentro de la legalidad y la seguridad jurídica que hace posible la iniciativa; mientras que el sistema comunista es un sistema económico muy ineficiente. Por otra parte, era un mundo muy seguro, la gente de forma muy modesta tenía cubiertas todas las necesidades, pero era un sitio sin iniciativa. Lo que es más interesante es ver países que son los mismos, con la misma cultura, pero que fueron divididos, como pasó en Alemania, por ejemplo. En la Alemania Oriental la ineficiencia económica era muy alta y en la Alemania Occidental fue al revés, y eran los mismos alemanes, la población era muy similar. Entonces, el problema es el sistema.
¿Cuáles son las actividades dedicadas al ámbito ruso que organiza la Fundación de Ortega-Marañón?
Estamos muy interesados en que se hagan cursos y conferencias sobre el mundo del Este y de Rusia. A finales de marzo, por ejemplo, se celebró el seminario “La visión de los diplomáticos ilustrados rusos sobre la España de Carlos III” dirigido por una especialista rusa que vino de una universidad de Moscú. A mí me encantaría que en nuestra institución hubiera un departamento de estudios rusos. Además, es también un mundo asiático y que se va integrando cada vez más. Soy optimista y creo que los lazos no se van a cerrar, se van a abrir, a pesar de ese desafortunadísimo incidente en Ucrania.
¿Podría comentar, por favor, los recientes acontecimientos en Ucrania?
No soy especialista en eso, por lo tanto lo que pueda decir es muy aventurado; es simplemente como un lector de periódicos o una persona que escucha noticias y que le parece un tema importante. Lo primero que me preocupa es que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, en Europa se han violado fronteras. Todos sabemos que desde la época de los zares Crimea es un área de expansión rusa, un centro fundamental de la flota rusa del Mar Negro, de la salida al Mediterráneo y de la proyección de Rusia hacia esta región del mundo. Eso se sabe y se debe respetar. El entregar artificialmente la península a Ucrania era un hecho desafortunado para los rusos y ha provocado estos problemas, porque la mayoría de la población es rusa. Pero en Europa desde Hitler la violación de fronteras es algo que pone muy nervioso, que altera mucho a cualquier europeo y, sobre todo, a los países del Este donde buscan seguridad tener prevención frente al gigante ruso. Yo diría que la gente de estos países tiene cierta paranoia al respecto. Sin embargo, no es raro si recordamos que esta región ha tenido una historia complicada, cuando no trágica. Eso es una parte que creo que los políticos rusos deberían entender.
Probablemente la información ha sido también distorsionada y sesgada pero existe esa dimensión, que es preocupante. Luego, Ucrania es un sitio con niveles de corrupción muy altos, con un funcionamiento democrático que necesita unos cambios profundos, si quieren de algún modo formar parte de la Unión Europea. Para tener una salida al mundo europeo hay ciertas reglas que se deben cumplir: separación de poderes, judicatura independiente, leyes y reglas que se cumplen.
¿Y qué se sabe de la literatura rusa?
Para mí el mundo ruso es parte de mi formación. Creo que la literatura europea del siglo XIX estaba muy impactada por lo que es la gran literatura y la gran novela rusa. Creo que la novela moderna en todos los países del mundo es ininteligible sin Dostoyevski. Desgraciadamente no hablo ni leo ruso, que me gustaría mucho. No he podido leer a Dostoyevski, a Pushkin o Tolstoi en ruso, como me hubiera gustado, pero yo no sería la misma persona ni creo que la cultura occidental sería igual sin los grandes escritores rusos.
Estamos muy interesados en que se hagan cursos y conferencias sobre el mundo del Este y de Rusia. A finales de marzo, por ejemplo, se celebró el seminario “La visión de los diplomáticos ilustrados rusos sobre la España de Carlos III” dirigido por una especialista rusa que vino de una universidad de Moscú. A mí me encantaría que en nuestra institución hubiera un departamento de estudios rusos. Además, es también un mundo asiático y que se va integrando cada vez más. Soy optimista y creo que los lazos no se van a cerrar, se van a abrir, a pesar de ese desafortunadísimo incidente en Ucrania.
¿Podría comentar, por favor, los recientes acontecimientos en Ucrania?
No soy especialista en eso, por lo tanto lo que pueda decir es muy aventurado; es simplemente como un lector de periódicos o una persona que escucha noticias y que le parece un tema importante. Lo primero que me preocupa es que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, en Europa se han violado fronteras. Todos sabemos que desde la época de los zares Crimea es un área de expansión rusa, un centro fundamental de la flota rusa del Mar Negro, de la salida al Mediterráneo y de la proyección de Rusia hacia esta región del mundo. Eso se sabe y se debe respetar. El entregar artificialmente la península a Ucrania era un hecho desafortunado para los rusos y ha provocado estos problemas, porque la mayoría de la población es rusa. Pero en Europa desde Hitler la violación de fronteras es algo que pone muy nervioso, que altera mucho a cualquier europeo y, sobre todo, a los países del Este donde buscan seguridad tener prevención frente al gigante ruso. Yo diría que la gente de estos países tiene cierta paranoia al respecto. Sin embargo, no es raro si recordamos que esta región ha tenido una historia complicada, cuando no trágica. Eso es una parte que creo que los políticos rusos deberían entender.
Probablemente la información ha sido también distorsionada y sesgada pero existe esa dimensión, que es preocupante. Luego, Ucrania es un sitio con niveles de corrupción muy altos, con un funcionamiento democrático que necesita unos cambios profundos, si quieren de algún modo formar parte de la Unión Europea. Para tener una salida al mundo europeo hay ciertas reglas que se deben cumplir: separación de poderes, judicatura independiente, leyes y reglas que se cumplen.
¿Y qué se sabe de la literatura rusa?
Para mí el mundo ruso es parte de mi formación. Creo que la literatura europea del siglo XIX estaba muy impactada por lo que es la gran literatura y la gran novela rusa. Creo que la novela moderna en todos los países del mundo es ininteligible sin Dostoyevski. Desgraciadamente no hablo ni leo ruso, que me gustaría mucho. No he podido leer a Dostoyevski, a Pushkin o Tolstoi en ruso, como me hubiera gustado, pero yo no sería la misma persona ni creo que la cultura occidental sería igual sin los grandes escritores rusos.
Texto: Irina Rodríguez-Bulgakova
Fotos: archivo de José Varela Ortega
Comentarios
Publicar un comentario