· Entrevista ·
Es preciso no tener miedo a la historia
Foto del archivo personal de Ángel Viñas |
Entre sus múltiples trabajos se destacan: En las garras del águila: los pactos con Estados Unidos de Francisco Franco a Felipe González, 1945-1995 (2003), La República en guerra: Contra Franco, Hitler, Mussolini y la hostilidad británica (2012), Las armas y el oro. Palancas de la guerra, mitos del franquismo (2013) y La otra cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco (2015). Siendo fiel a sus principios de trabajo –tener mucho cuidado y rigor con las fuentes históricas-, Viñas sigue destapando y denunciando cualquier caso de tergiversación de los hechos que a veces van surgiendo en la ciencia histórica española.
En la entrevista, que Ángel Viñas aceptó muy amablemente, nos cuenta cómo se enseña la historia en España, su opinión sobre la censura y autocensura, el papel actual del PP y sobre algunos ecos del franquismo, todavía presentes en la sociedad contemporánea española.
Ángel, en distintos tiempos los científicos y los pensadores del mundo daban su definición de la historia. ¿Cómo usted definiría el concepto de historia?
Tengo que reírme con la cita de Jardiel. Yo parto del supuesto que la historia es un estudio de la acción de los seres humanos en el tiempo. Ni más ni menos. Esta definición me permite ser ecléctico en cuanto a metodología. No preestablece jerarquización alguna. Las fronteras entre los diversos tipos de historia (política, económica, social, cultural, de las ideas, de las mentalidades, de género, etc.) son lógicas porque, como materia de estudio plenamente académico, en historia, hoy, la especialización es la regla. Yo salto los confines según el objeto de la investigación.
Usted sostiene, que la sombra del franquismo sigue presente hasta ahora en la sociedad española. ¿Cuáles son esos “comportamientos arraigados”, como usted los denominó, que todavía impregnan la sociedad española?
Si me pide una lista podría ser exhaustiva. En la medida en que el franquismo mantuvo a España al margen de una interacción económica, política, cultural y social profunda con el mundo exterior sirvió para acentuar el ombliguismo y la ignorancia de amplios sectores de la sociedad (también de las élites) y a la vez estimuló vicios muy arraigados: interpretaciones dicotómicas de la realidad en blanco y negro, sometimiento a la autoridad política, económica, cultural, social etc. (que siempre sabe más y mejor), la inhibición a participar en la cosa pública (no hay que meterse en política, que es sucia por definición) y, en amplios sectores, el miedo a la libertad. ¿Qué hacer con ella?
Según su opinión con respecto a la creación literaria y periodística, ¿qué es peor: censura o autocensura?
Sin duda la autocensura. Cercena la creatividad, consagra el miedo, entumece el espíritu. Ahora bien, con frecuencia es también un mecanismo de autoprotección. En el caso de la dictadura, los héroes que la desafiaron se cuentan con una mano y, generalmente, tuvieron que hacerlo desde el extranjero. Hubo, por supuesto, excepciones pero no muchas. Un periodista polémico, pero a quien yo leo con fruición, Gregorio Morán, ha puesto de manifiesto comportamientos cuando menos sorprendentes en aquella noche oscura que fue el franquismo.
En una de sus entrevistas usted afirma que la derecha española es pluriforme, y hoy por hoy está bajo el caparazón del PP en el cual conviven sensibilidades diferentes con respecto al pasado. ¿Podría delinearlas, por favor?
El éxito del PP ha estribado en poner bajo el mismo paraguas a sectores de la sociedad española que van desde la democracia cristiana más o menos homologable con la que existe en otros países de la UE hasta la extrema derecha que no se amotina contra el sistema.
Por desgracia la derecha más homologable con la europea, que está basada no lo olvidemos en la consideración del fascismo y del comunismo como males absolutos, ha dejado paso a quienes se niegan simplemente a aceptar el pasado fascista de la dictadura y de sus valedores intelectuales.
Hace dos años en la sociedad rusa estalló mucha polémica alrededor de la creación del nuevo libro de texto de historia. Las principales discusiones se levantaron, sobre todo, alrededor de la historia del siglo XX (cómo interpretar La Revolución de octubre, el absolutismo zarista ruso, la personalidad de Stalin y la Gran Guerra Patria, entre otros). A todos estos temas se proponía dar la lectura única. ¿Cómo es la situación de la enseñanza de la historia en la secundaria y en las universidades españoles? ¿Podría mencionar algunos rasgos particulares de la enseñanza de la asignatura de historia en España?
Usted sostiene, que la sombra del franquismo sigue presente hasta ahora en la sociedad española. ¿Cuáles son esos “comportamientos arraigados”, como usted los denominó, que todavía impregnan la sociedad española?
Si me pide una lista podría ser exhaustiva. En la medida en que el franquismo mantuvo a España al margen de una interacción económica, política, cultural y social profunda con el mundo exterior sirvió para acentuar el ombliguismo y la ignorancia de amplios sectores de la sociedad (también de las élites) y a la vez estimuló vicios muy arraigados: interpretaciones dicotómicas de la realidad en blanco y negro, sometimiento a la autoridad política, económica, cultural, social etc. (que siempre sabe más y mejor), la inhibición a participar en la cosa pública (no hay que meterse en política, que es sucia por definición) y, en amplios sectores, el miedo a la libertad. ¿Qué hacer con ella?
Según su opinión con respecto a la creación literaria y periodística, ¿qué es peor: censura o autocensura?
Sin duda la autocensura. Cercena la creatividad, consagra el miedo, entumece el espíritu. Ahora bien, con frecuencia es también un mecanismo de autoprotección. En el caso de la dictadura, los héroes que la desafiaron se cuentan con una mano y, generalmente, tuvieron que hacerlo desde el extranjero. Hubo, por supuesto, excepciones pero no muchas. Un periodista polémico, pero a quien yo leo con fruición, Gregorio Morán, ha puesto de manifiesto comportamientos cuando menos sorprendentes en aquella noche oscura que fue el franquismo.
En una de sus entrevistas usted afirma que la derecha española es pluriforme, y hoy por hoy está bajo el caparazón del PP en el cual conviven sensibilidades diferentes con respecto al pasado. ¿Podría delinearlas, por favor?
El éxito del PP ha estribado en poner bajo el mismo paraguas a sectores de la sociedad española que van desde la democracia cristiana más o menos homologable con la que existe en otros países de la UE hasta la extrema derecha que no se amotina contra el sistema.
Por desgracia la derecha más homologable con la europea, que está basada no lo olvidemos en la consideración del fascismo y del comunismo como males absolutos, ha dejado paso a quienes se niegan simplemente a aceptar el pasado fascista de la dictadura y de sus valedores intelectuales.
Hace dos años en la sociedad rusa estalló mucha polémica alrededor de la creación del nuevo libro de texto de historia. Las principales discusiones se levantaron, sobre todo, alrededor de la historia del siglo XX (cómo interpretar La Revolución de octubre, el absolutismo zarista ruso, la personalidad de Stalin y la Gran Guerra Patria, entre otros). A todos estos temas se proponía dar la lectura única. ¿Cómo es la situación de la enseñanza de la historia en la secundaria y en las universidades españoles? ¿Podría mencionar algunos rasgos particulares de la enseñanza de la asignatura de historia en España?
Foto del archivo personal de Ángel Viñas |
La Universidad estuvo dominada hasta no hace mucho, en tiempo histórico, por catedráticos formados en la dictadura y sus discípulos inmediatos. La renovación no empezó a producirse en serio hasta los años ochenta. Desde entonces los historiadores universitarios y un alto porcentaje de profesores de secundaria hemos venido tratando de poner al descubierto, y deshacer, los mitos de la dictadura. También los de los oponentes a la misma.
¿Cómo podría definir el rol (y el valor) que tiene el Diccionario Biográfico de la RAH en los medios científicos españoles? Recordando la gran polémica surgida alrededor de esta edición, ¿cree o no que lo van a corregir?
Es una buena obra (no diré excelente) pero mal planteada. Hubiera debido hacerse con mucho mayor cuidado. No era preciso inventar la pólvora. Hay ejemplos señeros que hubieran debido aprovecharse. El Oxford Dictionary of National Biography es uno de ellos. Y pasar, decididamente, a edición electrónica con acceso más o menos libre. Yo solo he abordado el DDB desde la óptica de la historia contemporánea (en el sentido estricto de entender por ella República, guerra civil, franquismo y transición). El control de calidad de muchas de las entradas es manifiestamente mejorable. Algunas son positivamente infames. Ignoro lo que la RAH quiera hacer en el futuro.
¿Cuál es el criterio que puede asegurar que la edición de un libro de historia es objetiva?
Hay que distinguir entre objetividad e imparcialidad. Es objetivo el autor o el libro que se atiene a conocimientos debidamente documentados y contrastados. Imparcialidad es otra cosa: no cabe ser imparcial entre democracia y dictadura. No cabe proteger un sistema que holló y menospreció los derechos humanos. Tampoco me parece posible defender una dictadura con ribetes fascistas.
El profesor de historia de la Universidad de Toronto, Denis Smyth, sostiene la idea de que España ha padecido tradicionalmente de una incapacidad notable para controlar su propio destino y ha sido, en gran medida, un juguete de los intereses y estrategias de las grandes potencias. ¿Está totalmente de acuerdo con esta definición o hay algunos aspectos que puede cuestionar?
No solo estoy de acuerdo. Todo lo que he escrito después sobre la República, la guerra civil y el franquismo ha acentuado tal interpretación. Mi próximo libro versará sobre Franco en la primera parte de la segunda guerra mundial. No se verá con tan radiante claridad como en ese momento, ocultado tras una serie de mitos que siguen exhibiéndose de manera más o menos impúdica.
¿En qué medida la transición española es equiparable con las transformaciones que sufre Rusia desde los 90? ¿Hay otros paralelos que sean conocidos?
Soy historiador, no sociólogo ni politólogo. Me interesa la acción de los hombres (y mujeres) en situaciones concretas, en tiempos concretos, bajo circunstancias dadas. En relación con Rusia pueden extraerse similitudes pero el peso de la muy diferente trayectoria histórica, la situación geopolítica y geoestratégica, el aparato militar e ideológico disponible y las ambiciones de ambos pueblos y de sus dirigentes son, creo, muy diferentes.
Se sabe que tras la Guerra Civil muchos intelectuales españoles tuvieron que marcharse al exilio o vivir en un exilio interior. ¿Podemos decir que ahora en España sigue existiendo el exilio interior? (es decir, por un lado escritores, periodistas y, puede que, historiadores consagrados, que tienen presencia en medios periodísticos y literarios, y, al mismo tiempo, otro conjunto de especialistas cuyas obras y estudios pasan desapercibidos).
¿En qué medida la transición española es equiparable con las transformaciones que sufre Rusia desde los 90? ¿Hay otros paralelos que sean conocidos?
Soy historiador, no sociólogo ni politólogo. Me interesa la acción de los hombres (y mujeres) en situaciones concretas, en tiempos concretos, bajo circunstancias dadas. En relación con Rusia pueden extraerse similitudes pero el peso de la muy diferente trayectoria histórica, la situación geopolítica y geoestratégica, el aparato militar e ideológico disponible y las ambiciones de ambos pueblos y de sus dirigentes son, creo, muy diferentes.
Se sabe que tras la Guerra Civil muchos intelectuales españoles tuvieron que marcharse al exilio o vivir en un exilio interior. ¿Podemos decir que ahora en España sigue existiendo el exilio interior? (es decir, por un lado escritores, periodistas y, puede que, historiadores consagrados, que tienen presencia en medios periodísticos y literarios, y, al mismo tiempo, otro conjunto de especialistas cuyas obras y estudios pasan desapercibidos).
No hay razón política o ideológica que permita hablar de un exilio interior en España en la actualidad. A lo más, hay impedimentos económicos. No todo lo que se escribe se publica, bien porque sea de calidad deficiente, bien porque no atienda a un mercado amplio. Muchas veces esta es la mayor consideración. En España las editoriales universitarias, que existen, padecen todas las restricciones que las propias Universidades de que dependen. La de la UCM, por ejemplo, tuvo que cerrar sus puertas. En la actualidad este constreñimiento es superable con las modernas técnicas de publicación a la carta.
Usted ha trabajado sobre una investigación en los archivos rusos. ¿Cuál es su recuerdo más destacado de esta experiencia?
Usted ha trabajado sobre una investigación en los archivos rusos. ¿Cuál es su recuerdo más destacado de esta experiencia?
Muy positiva. Encontré mucha ayuda. Lo que más me sorprendió es que las técnicas de trabajo no son muy disimilares a las que existen en los archivos españoles centrales. Lo cual no quiere decir que sean las mejores en ninguno de los dos casos. Mi recuerdo más destacado se refiere, ¡ay!, al precio de las fotocopias. De todas maneras yo solo me limité a los archivos centrales: RGASPI, militares, de Economía y MIT. Los más necesarios para mi investigación.
En líneas generales, ¿cómo caracterizaría la historiografía española reciente de la Guerra Civil, del franquismo y de la Transición?
Como un intento de desmontar el canon franquista y dar a conocer dimensiones ocultas tanto en el franquismo como en la transición. El capítulo más vibrante es, con gran diferencia, el de la violencia política y de la represión, tanto de franquistas como de republicanos.
En la actualidad, ¿cuáles son las dificultades que puede encontrar un historiador a la hora de investigar el pasado reciente de España?
El cierre de muchos archivos y la ausencia de una auténtica Ley que regule el acceso y las condiciones de trabajo en los mismos. Como es frecuente en España, se ha recurrido a chapuzas en vez de encararse con el problema en sus propios términos. El año que viene se publicará un Libro Blanco sobre la situación de los archivos en España. Francisco Espinosa, uno de los adelantados en el estudio de la represión franquista desde los comienzos de la sublevación y bête noire de los "historiógrafos" pro-franquistas, ha escrito largo y tendido sobre sus experiencias.
Aparte de ello, los archivos necesitan desesperadamente más recursos, de personal y materiales, amén de una regulación que tenga en cuenta el tiempo pasado, las nuevas técnicas existentes, la curiosidad del público y la necesidad de mayor apertura. Tampoco hay que reinventar la rueda. Un estudio comparado de cómo funcionan los archivos nacionales británicos o franceses (perfectamente asequibles para quienes no entiendan lenguajes más difíciles como el alemán, el holandés, el sueco o el danés) podría suministrar información sobre lo que es factible hacer.
Yo estoy esperando a la formación del nuevo Gobierno para empezar a dar la lata con unas cuantas recomendaciones de índole regulatoria que, en mi modesta opinión, aliviarían mucho la mala situación. Pero, y sobre todo, es preciso dejar de tener miedo a la historia.
Texto:Irina Rodríguez-Bulgakova
La versión rusa de la entrevista se puede leer en
la página de la Agencia de Información Regnum (Moscú)
La versión rusa de la entrevista se puede leer en
la página de la Agencia de Información Regnum (Moscú)
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