· Entrevista ·

La Guerra Civil Española y las particularidades de la memoria histórica

 
En 2011 un grupo de profesores de la Universidad Complutense de Madrid, encabezado por Fernando del Rey editó una antología  Palabras como puños. La intransigencia política en la Segunda República española y luego una versión diferente en inglés The Spanish Second Republic Revisited. En estas ediciones han intentado mostrar la idea de que a pesar de la gran ilusión democrática que produjo, la República no había sido un régimen ideal, y en el funcionamiento interno del régimen republicano había muchos problemas internos desde el punto de vista de los parámetros de una democracia.

Javier Zamora Bonilla, profesor de Historia del Pensamiento Político, de la Universidad Complutense, director del Centro de Estudios Orteguianos y columnista y colaborador en varios medios como El País y Revista de Occidente, nos ayuda a entender muchos aspectos de la política y la cultura de España después de la guerra. En la entrevista nos cuenta sobre la feroz polémica alrededor de la memoria histórica, explica la sutileza del uso del término “fascismo” aplicado al franquismo y revela el punto débil de las investigaciones sobre este período en España.  

Javier, algunos historiadores y periodistas españoles sostienen que la cultura de la época de la Transición estaba sometida a los intereses del estado, que era totalmente vertical. ¿Compartes esta visión?
Desde la muerte de Franco y en los primeros años del gobierno del partido socialista la visión era totalmente distinta a la de ahora. No se quería que hubiera una ruptura, se buscaba una reforma política para transformarse en una auténtica democracia. Se hizo una amnistía política (no pensando en la amnistía a los franquistas sino pensando en los presos políticos de la izquierda), se propició una conciliación, y creo que no hubo un afán de ocultar qué cosas habían pasado.

Por lo tanto no puedo compartir –por lo menos desde mi experiencia- esa idea de que había una cultura vertical importada por el régimen heredado del franquismo, y ni que había una imposición de una cultura franquista heredada. Desde mi punto de vista, era todo lo contrario. Durante este período se estudió muchísimo la Guerra Civil y la República, se habló mucho en la prensa. Felipe Gonzáles, sobre todo cuando llegó al Gobierno, hizo en la política algunos gestos importantes de reconciliacion (e incluso antes, con el Gobierno de Suárez) con el exilio y las pensiones para los combatientes de la Guerra Civil. Yo estudié en un instituto público, luego hice la carrera en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense y puedo decir que, a finales de los 80 e inicios de los 90, la inmensa mayoría de los profesores en mi instituto y en la Facultad eran o habían sido marxistas. Por lo tanto, la visión de la historia de España es una visión hecha desde el punto de vista de la izquierda, una visión evidentemente muy crítica con el franquismo.
 
Lo que no se hizo fue la persecución de los delitos que se habían cometido durante el franquismo. No se buscó una justicia “universal” (como se dice ahora) sobre los delitos cometidos en la represión, incluso en los años más cercanos a la Transición. Pero es un tema muy controvertido, porque hasta qué punto se podía hacer una reparación de lo sucedido, en qué medida, cuando todavía existía un ejército que procedía del franquismo, y que se podía levantar. Todos recordamos el golpe de estado de 1981 y otros intentos frustrados en los años previos. Por lo tanto, a veces resulta muy difícil combinar lo ideal con la necesidad de cada momento.
 
Creo que en la actualidad el debate sobre la Transición tiene mucho más que ver con la política que con la historiografía. El debate histórico sería mucho menos intenso y más riguroso si no hubiera ahí un contenido político fuerte.

Ahora en la sociedad española es evidente que hay una fractura con respecto a la Transición democrática. ¿Cuáles son sus raíces?
En los últimos diez o quince años estaba creciendo una sensación de que aquel curso político, creado por la Constitución de 1978, se agotó. Añadamos a ello ciertos defectos de nuestra actual democracia y la crisis económica: todo esto genera un debate muy intenso sobre cómo se ha hecho la Transición y se revelan sus defectos. Como he dicho antes, creo que la revisión que se plantea, en muchas ocasiones, no pretende estudiar a fondo la verdad histórica, sino que tiene que ver más con un surgimiento de una nueva izquierda que quiere recuperar el discurso rupturista de la Transición. Incluso si miramos la bibliografía de los años 90 sobre el tema, veremos que los que hoy dicen que la Constitución no vale para nada, en aquellos años derrochaban elogios a la Transición española, que se veía como un modelo que había que imitar para construir la democracia en otras partes del mundo. Tras la caída del Muro de Berlín se convirtió en una referencia en toda la Europa del Este para hacer una transición hacia la democracia. Y ahora la misma gente muestra una crítica feroz a todo lo que se ha conseguido en los últimos treinta años y a los gobiernos de los años 70 y 80.

¿Entonces podemos decir que ahora más que antes cobran importancia los problemas de la memoria histórica?
Sí, pero hay una cosa curiosa. Yo estoy completamente a favor de que se busquen las fosas, que den un entierro digno a todos los muertos y que el estado apoye estos procesos, pero la utilización política de eso es lo que me crea cierta inquietud. Me parece significativo que quienes están haciendo dicha recuperación de la memoria histórica no sean los hijos, sino los nietos y los bisnietos de los fallecidos, y lo que estén defendiendo es una ruptura del régimen de la Transición. Yo no digo que los hijos no quisieran saber nada de sus padres asesinados, pero en muchas ocasiones, quizá, quisieron dejarlo pasar.

¿No era por el miedo a la represión?
 En una mesa redonda con representantes de Think tank
en la Escuela de verano del PP en Lloret de Mar, 2015
Creo que ya a partir de los años 80 no. Más bien, hubo una conciencia de que ese era un período muy negro, muy triste, donde había muchas brutalidades por parte de los dos bandos, y era mejor olvidar o llevarlo interiormente cada uno. Yo no creo que desde los distintos gobiernos hubiese una política especial que favoresiese el olvido. Había proyectos de investigación para estudiar todo lo que se ha querido: sobre la Guerra Civil existe más bibliografía que sobre cualquier otro período histórico. Es verdad que, en un momento determinado, surge un grupo de historiadores o periodistas que hacen desde la derecha una revisión muy profranquista de este período, reivinicando, en cierta medida, a Franco como salvador de una civilización, como autor de una pacificación, pero otros que, no necesariamente somos de derechas, lo que hemos intentado es un estudio riguroso de la República, de la Guerra Civil y de los años del Franquismo, pero algunos investigadores de la izquierda quieren hacer una mezcolanza y piensan que todos los que hemos querido hacer una revisión de este período estamos en el mismo saco. La realidad no es así. Hay historiadores que trabajan con el máximo rigor, con fuentes, y que no somos ni mucho menos profranquistas, sino que intentamos mostrar cómo fueron las cosas para entenderlas. Pero en general, como ya he dicho antes, hay un discurso politizado de la historiografía.

Según algunos historiadores, en España se ha incurrido en un proceso de demonización de la izquierda. ¿Qué opinas de eso?
No me parece que se haya buscado una crítica de la izquierda con ánimo de demonizarla. Sí es verdad que ha habido una crítica a la izquierda y, de hecho, no sólo desde las posiciones de los neoliberales sino también de la misma izquierda (que ha hecho una reflexión sobre sus posiciones anteriores y, principalmente, su abandono de marxismo). Al mismo tiempo, puede que desde determinados sectores lo que se haya buscado sea replantear si las posiciones de la izquierda eran razonables. Por ejemplo, el apoyo a Stalin en su día o de Castro en Cuba, o determinadas posiciones económicas.

¿Y crees que la derecha también hizo un replanteamiento?
La derecha se fue haciendo progresivamente liberal, desde posiciones autoritarias y corporativistas, ya desde el régimen de Franco. Y no sólo en lo económico sino también en temas clave como las libertades fundamentales. Y eso pasó con muchos asuntos como, por ejemplo, el de independizarse del discurso de la jerarquía eclesiástica, algo no del todo conseguido.

¿Podemos concluir que la Transición se produjo sin una “desfascización”?   
En primer lugar, es discutible el término “fascismo” para aplicarlo a todas las etapas del franquismo. Sin duda, fue una dictadura muy cruel, que en los años de la guerra y los primeros años de la posguerra intentó convertirse en un régimen totalitario, con un gran peso del catolicismo en la cultura de la derecha española, que lo distinguía de otros fascismos europeos. Pero a partir de finales de los 40 e inicios de los 50 (cuando se hicieron los acuerdos con los Estados Unidos y se creó el plan del desarrollo) es muy difícil seguir hablando de un régimen fascista. Era una dictadura militar con un altísimo componente católico reconvertido en una dictadura tecnocrática con los miembros del Opus Dei. Y, desde luego, en 1975 cuando el régimen muere en la cama con Franco ya no es un régimen fascista. El componente fascista del régimen, que podía seguir representando algunos sectores de la Falange, era minoritario. Y luego, creo que hay una parte de razón en la crítica que se hace a la Transición en lo que se refiriere a la continuidad de las élites políticas y económicas. Pero, desde mi punto de vista, eso tiene que ver más con la sociología que con la política, está relacionado más con el tipo de formación de las élites como clase social que hubo en España.

¿Cuál es la visión actual del papel que desempeñó la Unión Soviética en la Guerra Civil española? ¿Cómo se enseña este tema en las universidades españolas?
Hoy el rol de la URSS en la guerra ya está bastante estudiado. Se sabe de la ayuda que dio la Unión Soviética al bando de la República, en un momento determinado, ante el pacto de no intervensión de Gran Bretaña y de Francia. La URSS se convierte en la única fuente importante de finanziación militar con armas al bando republicano, y eso fue clave para el sostenimiento de la guerra, para que la guerra durase tanto tiempo.

Hacer ciencia ficción (¿qué hubiera pasado si…?) siempre es difícil. Pero sí hay bastantes razones para pensar que si hubiera ganado la República se hubiese dado un giro más a la izquierda. Desde luego los gobiernos de los años de la guerra no representaban claramente el espíritu de la primavera de 1931, cuando se proclama la República. Eso, a su vez, hizo que muchos intelectuales en el año 31 apoyaran a la República, como Unamuno, Ortega y Gasset y Marañón, entre otros.
También hay que tener en cuenta que, desde el punto de vista geográfico, España es un país muy importante para el control de los mares. Y no cabe duda de que en el contexto de la Segunda Guerra Mundial a los Estados Unidos, a Inglaterra y a Francia les hubiera incomodado mucho un régimen prosoviético en la Península ibérica. Era una disputa geopolítica del territorio español. Lo que si sería muy curioso ver qué hubiera pasado si España hubiera entrado en la Segunda Guerra Mundial.

Has dicho que la democracia española tiene ciertos problemas. ¿Puedes mencionarlos?
En España ahora existen unos problemas muy serios y no podemos ocultarlos. Uno de ellos está relacionado con el llamado “Régimen del 78”, que muchos creen que ha caducado completamente. No me parece que debamos volver al modelo del siglo XIX español, que es estar cambiando de constituciones cada cierto tiempo. Creo que hay muchas cosas de la Constitución española que son perfectamente vigentes, como, por ejemplo, el respeto de los derechos y las libertades fundamentales. Aun así, hay muchas cosas que se pueden repensar, como el sistema electoral o el sistema institucional con una nueva estructura federal del estado. Existe una unidad pero lo que hay que hacer es una gestión descentralizada, administrativa y políticamente de todo eso. 





 También los temas importantes de orden económico: hay que ser capaces de construir una economía avanzada, una economía que no se base fundamentalmente en la construcción. Es muy importante construir una sociedad que no sea tan desigual como la que se ha creado en estos últimos años: las desigualdades entre los que más tienen y los que menos tienen han crecido extremadamente, se ha empobrecido muchísimo la clase media. Además creo que uno de los grandes fracasos del mundo globalizado es que la diplomacia no ha estado a la altura, en el fondo se desconocía mucho de los otros países. Me parece que hay una demanda de esa información internacional y, por lo tanto, ahí existe un nicho para el periodismo serio, riguroso y más pausado.

¿Cuáles son las opiniones que predominan en la sociedad española sobre la política exterior de Rusia actualmente?
Desde luego, la invasión de Crimea y la participación de Rusia en la guerra de Ucrania, tanto en Occidente como en España, se ha visto con muy malos ojos. La imagen de Rusia se ha deteriorado mucho en Occidente. La propia forma en que Putin está mostrando ahora su apoyo a Asad también, creo, está contribuyendo a empeorar su imagen en Europa. En efecto, es muy importante la participación de Rusia en la solución del conflicto sirio y el intento de frenar al estado islámico, pero las potencias europeas no están a favor de que la situación continúe igual.

Aun así, yo, como muchos en Europa, creo que estamos llamados a entendernos, no hay otra solución. Durante varios siglos Rusia es frontera con el mundo islámico, con China y, en cierta medida, en sí misma también tiene incorporadas las influencias del Oriente. Por lo tanto, creo que la Unión Europea tiene que ser suficientemente inteligente para que Rusia, en cualquier conflicto que pueda surgir o en los que hay latentes con ese otro mundo, esté con Occidente.      
 
 
                                                                                               Texto: Irina Rodríguez-Bulgákova
La versión rusa de la entrevista se puede leer en
la página de la Agencia de Información Regnum (Moscú) 
 
 
 
 
 
 

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