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La feminidad española


Viviendo en un país extranjero para uno no pueden pasar desapercibidas las múltiples costumbres y hábitos de sus habitantes. Sobre todo, si uno se siente atraido por este país. Por eso, cuando nos encontramos en el extranjero todo nos provoca curiosidad: desde la comida tradicional, la música, la manera de hablar y pasar el tiempo libre hasta el sistema de educación y las relaciones familiares. Pero no es ningún secreto que lo primero en que nos fijamos es el aspecto. Es cierto que mediante la ropa y los accesorios expresamos la personalidad y nuestra forma de ser, peculiar en cada país.
Yo vivo en España desde hace dos años y medio, y una de las cosas en que siempre me he fijado fue la forma de vestirse de los españoles. Hoy me gustaría compartir con ustedes unas reflexiones sobre el aspecto de las mujeres españolas. Voy a hablar sobre Madrid, ya que vivo aquí. Tengo que confesarles que, siendo rusa, lo primero que atrajo mi atención fue que no es habitual encontrar tacones altos en la calle. Aunque las tiendas ofrezcan diferentes modelos de zapatos de tacón, creo que no es tan frecuente ver a una española caminando a su trabajo en tacones altos.

En España el espíritu feminista ahora es más sólido; durante muchos siglos la mujer tenía la boca cerrada, demostrando humildad y obediencia ante el hombre. Ahora la mujer moderna juega un papel importante en la sociedad: piensa, actúa, trabaja y tiene los mismos derechos que el hombre. Por tanto, las españolas apuestan por la comodidad, con lo cual están a favor de calzado plano –las bailarinas es un claro ejemplo-, las botas con tacón grueso o, a veces, con plataforma. Desde luego, cuando una mujer tiene que asistir a un evento de gala, el derroche de imaginación no tiene límites: entran en juego los sombreros en forma de pájaro, mariposa o una flor, los vestidos largos con un impresionante escote y las joyas; aquí sí, aparecen los tacones altos y de aguja. Pero en la vida cotidiana el estilo favorito de una española es muy informal y deportivo. Las camisetas, “shots”, suéteres, las polainas, el pantalón vaquero o los “leggings” metidos dentro de las botas o del zapato deportivo (incluso en el teatro). En cuanto al color, predominan los tonos pastel; añadan a esto un mínimo de maquillaje, y podremos decir que es la muestra de su seguridad, decisión, tranquilidad y cierta indiferencia, al menos aparentemente, por las opiniones de los demás.

Hace días quedé con una amiga rusa que vive en Madrid, pero que acababa de llegar de Rusia de sus vacaciones. Al verla, no pude no fijarme en su aspecto… ruso. “Como se nota que acabas de estar en Rusia: minifalda, tacones, pintalabios…” – comenté yo su aspecto. “Sí, pero no sé cuánto tiempo va a durar el efecto. Creo que dentro de una semana ya me pondré mis bailarinas” – respondió sonriéndose. Si en Rusia una mujer intenta enfatizar su feminidad extravagante usando tacones altos (a menudo excesivamente), faldas cortas, abrigos de piel, blusas con lentejuelas y maquillaje, en España las mujeres muestran sus encantos de otra manera. Normalmente las españolas, sobre todo jóvenes, son privilegiadas por tener una melena larga, rizada, lisa u ondulada. En su mayoría, son bastante delgadas, lo que exteriormente les hace frágiles como figurillas de porcelana. Prefieren adornarse con bisutería de distintos colores y usan mucho las bufandas. En fin, predomina el estilo unisex, pero con estas bufandas y su melena -ondeando al viento- ellas se sienten como unas ninfas aparecidas de repente en la gran ciudad.

Las mujeres mayores suelen llevar pelo corto, pero demuestran su feminidad de otra manera. Por ejemplo, las gafas de distintos colores: rojos, verdes, azules... Una vez en el vagón de un tren conté hasta ¡cinco diferentes colores! Las mujeres mayores llevan los sombreros de ala ancha, se pintan los labios y las uñas en rojo y esto, como ninguna otra cosa más, les hace sentir muy mujeres. Las señoras mayores parece que nunca se olvidan de que son mujeres: siempre usan joyas, se pintan a cualquier hora del día, usan tacones y… abanicos ¡no sólo en el teatro! Lo que me parece muy femenino.
Tengo que reconocer que siendo rusa, mi cara suele provocar cierta curiosidad, y las miradas en el metro son bastante frecuentes. Una vez me pinté los labios con brillo para ir al trabajo. Recuerdo la atención especial que provocó mi aspecto pintado entre los pasajeros del metro. La vida en el extranjero influye en la manera de ser de una persona. Ahora soy más selectiva en el momento de elegir mi calzado, voto más por la comodidad de mis pies que por causar mucha impresión en los demás. Pero, desde luego, no puedo desprenderme del alma rusa que llevo dentro, y siempre tengo que llegar a un acuerdo con ella. Y tengo que decirles que mi alma no está en contra de la comodidad, pero siempre añade un negro en las pestañas y un color llamativo en el vestuario.   

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